Educar, es todo. Reflexionar sobre cualquier cosa que vivamos o viviésemos en el pasado, aprender y crecer con ello.
De pequeña me daba pánico el cine o cualquier serie de terror y me sigue dando, aún así vi algunas.
El terror, el miedo, es una emoción primaria y no podemos evitarla ni olvidarla.
Los niños también la sienten y tienen que vivirla, pero cómo la presentamos ha ido evolucionando y el acceso a según qué se ha ido abriendo de una manera incontrolable.
Todos recordamos la edad recomendada que se le pone a las películas y ahora videojuegos, pero poco caso se hace a estas recomendaciones.
No debemos privar, ocultar, ignorar ni tampoco ofrecer sin filtro algunos materiales que no están pensados para los más pequeños y que se ofrecen en formatos muy atractivos para ellos.
Tenemos que darles recursos para que puedan afrontarlos, entenderlos y sobrellevarlos. El año pasado apareció un personaje violento y le ayudamos a canalizar esa violencia, ellos le rompieron una pierna y aprendimos que la violencia engendra violencia, buscamos soluciones y ahora convive con nosotros con una pata de palo y sin hacer daño a nadie.
En el dibujo he querido hacer referencia a uno de tantos ejemplos, con una conversación reciente con mis alumnos sobre este personaje más actual.
Cuando aparece algo que desconozco en la clase, investigo y lo normalizo, ayudando a que no sea algo prohibido ni tabú. Lo que no hablamos se enquista y se vuelve más dañino.
Todos aprendemos cada día y para educar no hay otro camino.
¿Y vosotros qué pensáis? Os leo.
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